Texto publicado originalmente en inglés en el portal Mexico Business News.
Mario Puente, director ejecutivo de AMSAC, advierte que el uso de semillas pirata presenta graves riesgos, desde la introducción de plagas del suelo a largo plazo hasta la pérdida total de cultivos.
P: ¿Cuál es el valor de AMSAC para el ecosistema agrícola mexicano, los agricultores, el gobierno y los investigadores para mejorar la producción?
R: AMSAC es una organización sin fines de lucro con 53 años de antigüedad que representa a 90 empresas que proveen semillas mejoradas para una amplia gama de cultivos, desde hortalizas y granos hasta forrajes y plantas ornamentales. Nuestro papel es ser la voz de la industria y actuar como el primer eslabón de la cadena de producción alimentaria, esencial para los alimentos de origen vegetal y la proteína animal que depende de los forrajes.
A través de programas de mejoramiento genético, incorporamos características valiosas directamente en las semillas. Esto nos permite crear productos con beneficios específicos para el consumidor, como el trigo sin gluten; proporcionar a los agricultores cultivos resistentes a las plagas que reducen la necesidad de pesticidas químicos; y desarrollar productos con una mayor vida útil, minimizando así el desperdicio de alimentos. Estos avances tecnológicos son vitales para alimentar de manera eficiente y sostenible a una población mundial en crecimiento, que se proyecta que alcance los 150 millones en México para 2050, con recursos limitados. Nuestra contribución al ecosistema agrícola consiste en proporcionar este insumo estratégico, utilizando la ciencia y la tecnología de manera responsable para optimizar todo el proceso de producción de alimentos.
P: ¿Cómo se complementan o crean sinergias las actividades de AMSAC con las de otras organizaciones de la industria alimentaria?
R: Como miembros del Consejo Nacional Agropecuario (CNA), interactuamos con diversas organizaciones que representan a productores de lácteos, berries, aguacates y diversos productores de hortalizas. El CNA es una plataforma clave para fomentar alianzas y trabajar conjuntamente en temas que afectan a toda la cadena de valor, como la alineación de nuestras posiciones sectoriales en materia de políticas públicas o para la próxima revisión del T-MEC en 2026. Además, forjamos alianzas estratégicas con grupos específicos, como la Asociación Mexicana de Horticultura Protegida (AMHPAC).
Esta colaboración es vital porque nuestras industrias están interconectadas. Por ejemplo, apoyamos a los productores de tomate en las actuales disputas comerciales con Estados Unidos, que incluyen el acuerdo arancelario para los tomates mexicanos, ya que cualquier impacto negativo sobre ellos también nos afecta al ser sus proveedores de semillas. Ofrecemos nuestra posición y actuamos como un sistema de apoyo para las organizaciones que lideran directamente estos temas. Este apoyo es recíproco; cuando lideramos un tema específico del sector de semillas, estas organizaciones aliadas nos respaldan, ya que compartimos muchos temas de agenda comunes con diversos grupos.
Mi papel como vicepresidente de Sanidad e Inocuidad del CNA facilita estas interacciones en todo el espectro agroalimentario, incluyendo la pesca y la acuicultura. Esta amplia interacción nos permite colaborar en asuntos específicos del sector de semillas o apoyar las prioridades de nuestros socios, reconociendo que todos estamos conectados.
P: ¿Qué tan avanzado está México en términos de técnicas y tecnología para producir semillas mejoradas en comparación con otros países?
R: México cuenta con muy buenos programas para la producción de semillas mejoradas. Somos prácticamente autosuficientes en semilla de maíz, por ejemplo, ya que más del 80% de la semilla utilizada para la producción de alimentos en México se produce aquí. Desarrollamos semillas específicamente adaptadas a las diversas condiciones de México, desde el trópico de Chiapas hasta el clima de Sonora. También contamos con una red de aproximadamente 50 estaciones experimentales y centros de investigación de hortalizas, distribuidos por todo el país.
Estos centros forman parte de una red global de producción de semillas. Una variedad de semilla puede comenzar su desarrollo en Sinaloa, someterse a mejoras adicionales en China, multiplicarse en los Países Bajos, recibir tratamiento y empaque en Estados Unidos y luego regresar a México para su uso comercial. Esta integración global nos da acceso a la mejor genética disponible en el mundo, razón por la cual tenemos tanto éxito en la exportación de una amplia variedad de productos, como el tomate.
Sin embargo, una gran área de oportunidad para nuestros programas de producción de semillas es la adopción de nuevas técnicas de mejoramiento genético que aún no se utilizan comercialmente en México, pero que ya se emplean en otros lugares, como las técnicas de edición genética, que permiten el desarrollo de semillas con las características deseadas de forma mucho más rápida, económica y precisa. Esto incluye el desarrollo de resistencia a plagas para reducir la necesidad de pesticidas químicos, la prolongación de la vida útil de los productos para reducir el desperdicio de alimentos o la mejora de las características nutricionales.
En México existe la capacidad para utilizar estas técnicas; instituciones de investigación como el CINVESTAV, el CICY y la UNAM ya las utilizan de forma experimental. La razón por la que no se usan comercialmente es que México carece de un marco legal y regulatorio específico que las permita. Es importante distinguir estas técnicas de la tecnología de OGM, que recibe un trato diferente y ya está regulada o, en algunos casos, prohibida en México. Nos referimos a la edición de una característica específica del genoma de la planta.
Necesitamos actualizar nuestro marco legal para utilizar estas técnicas, que ya están disponibles en países como Argentina, Brasil, Chile, Estados Unidos y Canadá. Este retraso nos coloca en desventaja competitiva y podría eventualmente hacernos dependientes de la importación de tecnología que podríamos desarrollar nosotros mismos. La situación se encuentra actualmente en una zona gris legal; no está explícitamente prohibida ni claramente permitida. Por lo tanto, estamos trabajando activamente con el gobierno para definir un marco legal que brinde certidumbre a la inversión gubernamental e industrial, garantizando que las innovaciones puedan llegar al mercado de forma segura y eficaz.
P: ¿Cuáles son los impactos más perjudiciales de la piratería y el robo de semillas en México y qué factores contribuyen a su uso?
R: Estimamos que el uso de semillas ilegales o pirata tiene un impacto económico de US$1.7 mil millones, lo que representa el 10% del valor del mercado de semillas de México. En muchos casos, la principal razón por la que algunos agricultores recurren a las semillas pirata es un precio menor. Desafortunadamente, la decisión a menudo se basa en el costo sin información completa, porque creemos que nadie, si estuviera completamente informado de los riesgos, tomaría esa decisión conscientemente.
Nuestra prioridad es informar a la gente sobre los graves problemas que las semillas pirata o robadas pueden causar a los agricultores. Estos productos muy probablemente no cumplen con los estándares necesarios de calidad e higiene. Por ejemplo, en lugar de una tasa de germinación esperada del 95%, el agricultor podría obtener tasas inferiores al 20%, lo que resulta en rendimientos sumadamente bajos o incluso en la pérdida total de la cosecha. También puede introducir plagas en el suelo, como los nematodos, una plaga común en las semillas de papa, que pueden contaminar la tierra durante muchos años, dejándola inutilizable para futuros cultivos. Además, los agricultores podrían incluso enfrentar sanciones legales por utilizar un producto ilegal, a veces incluso si lo han comprado sin saberlo.
P: ¿Qué está haciendo AMSAC para prevenir el uso de semillas pirata y robadas?
Nos centramos en una campaña de comunicación ejecutada a través de las 90 empresas que integran la Asociación. Aprovechamos sus extensas redes de personal de campo, distribuidores y asesores para educar a los agricultores sobre estos riesgos y ayudarlos a evitar ser engañados por semillas falsificadas o robadas. Les aconsejamos que siempre compren en establecimientos formales y conocidos, y que eviten ofertas sospechosas, como semillas inusualmente baratas vendidas informalmente.
También colaboramos con el gobierno, que está reforzando este mensaje. Nuestras acciones conjuntas van más allá de la comunicación; trabajamos con ellos para garantizar que, cuando podamos documentar y denunciar casos de falsificación o robo, las autoridades competentes actúen. Esto involucra a los organismos reguladores, en particular a la Secretaría de Agricultura (SADER) y al Servicio Nacional de Inspección y Certificación de Semillas (SNICS), así como a las fuerzas de seguridad como la Guardia Nacional y la Secretaría de Seguridad (SSPC). Trabajamos con estas fuerzas de seguridad para abordar casos más graves de robo, violencia o secuestro de camiones de semillas, solicitando su apoyo que es crucial.
P: ¿Cuáles son las principales características que los agricultores deben buscar al adquirir semillas certificadas?
R: Las semillas legales cumplen con todo lo estipulado en la Ley de Producción y Comercio de Semillas de México. Esta ley establece características específicas de calidad sanitaria, que garantiza que la semilla esté libre de plagas; calidad genética, que garantiza que se reciba la variedad exacta que se compra; y calidad fisiológica, que garantiza que la semilla cumpla con los estándares mínimos de vigor y porcentaje de germinación. Estos parámetros deben cumplirse y certificarse.
México tiene un sistema de dos niveles. Primero, está la autocertificación, donde la empresa declara en la etiqueta que la semilla cumple con estas características. Segundo, está la certificación gubernamental a través del SNICS, que emite certificados de calidad y proporciona etiquetas seguras con características como hologramas y marcas de agua para evitar la falsificación. Según la ley mexicana, la certificación gubernamental no es obligatoria, y una empresa puede comercializar con su propia certificación. Sin embargo, animamos a los miembros de AMSAC a obtener también la certificación gubernamental, ya que proporciona una garantía adicional.
En la práctica, distinguir una semilla legal de una falsificada implica verificar que las etiquetas sean originales y, fundamentalmente, comprar semillas únicamente a empresas formales y legalmente establecidas, autorizadas por las compañías de semillas o el gobierno, asegurándose de obtener la documentación adecuada, como una factura. Un agricultor podría incluso realizar pruebas de germinación para mayor seguridad.
P: ¿Cuáles son las metas de AMSAC para el próximo año y cómo se alinean con el objetivo del gobierno de lograr la autosuficiencia alimentaria?
R: Queremos asegurar que México cuente con un marco legislativo y regulatorio alineado con las necesidades actuales del sector. Trabajamos para establecer la regulación adecuada para las nuevas técnicas de mejoramiento genético, de modo que podamos aprovecharlas en México y no quedarnos rezagados con respecto a otros países. También nos centramos en actualizar la Ley Federal de Variedades Vegetales, que tiene 25 años y no está armonizada con principios internacionales como el Convenio UPOV 91. La seguridad jurídica es una prioridad para nosotros, ya que nuestro sector realiza inversiones a largo plazo en programas de mejoramiento genético que pueden tardar de 5 a 20 años en generar resultados.
Nuestro trabajo también se alinea con el objetivo nacional de autosuficiencia alimentaria. Esto es especialmente importante, ya que la investigación privada a menudo debe cubrir la brecha que deja la reducción de la inversión pública en I+D. Por ejemplo, el 80% del arroz que se consume en México es importado, en gran medida debido a la falta de I+D en semillas nacionales. Para este y otros cultivos que dependen de las importaciones, como el frijol, la soya y el maíz amarillo, el desarrollo de variedades de semillas competitivas y adaptadas localmente es clave para reducir dicha dependencia.
Por supuesto, las semillas mejoradas no son el único factor. Un sistema alimentario exitoso también requiere financiamiento, paquetes tecnológicos y la organización de muchos pequeños productores. Si bien las semillas nativas son valiosas y deben conservarse, las semillas mejoradas son necesarias para lograr los altos rendimientos necesarios para alimentar a una población creciente en medio de desafíos como la sequía y las plagas.
Como ejemplo concreto, participamos en un programa gubernamental para aumentar la producción de maíz en el sur de México. El programa se llama Cosechando Soberanía y ofrece a los agricultores de municipios seleccionados un paquete completo que incluye semillas híbridas mejoradas, financiamiento, asistencia técnica y un mercado garantizado con importantes consumidores de granos como GRUMA o MASECA. Las empresas de AMSAC participan proveyendo semillas híbridas de maíz que ayudan a estos agricultores a aumentar sus rendimientos y competitividad.